Nunca terminarán con la primavera

. sábado, 29 de marzo de 2008
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"Podrán cortar todas las flores, pero nunca terminarán con la primavera"

Che Guevara

Acá todos somos el campo

. jueves, 27 de marzo de 2008
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Acá todos somos el campo Por Diego Martínez en Pagina 12

La leyenda sobre cartulina era cierta: “Todos somos el campo”. No es que a los vecinos de Barrio Norte les dio un brote de solidaridad. Al contrario. Ninguna de las personas que anoche se reunieron cacerola en mano en Santa Fe y Callao era rata de ciudad. El más lejano de los veinte que charlaron con Página/12 tenía novia paisana y, más importante aún, suegros paisanos. Pero “¡Con el campo no se jode!”, explicaba otro cartel, más grande.

“Por los pollos y el campo. ¡Fuera K!”, escribió Mariana de Roque Pérez.

–¿Por qué estás acá?

–Se me mueren los pollos.

–¿Hay retenciones a la exportación de pollos?

–No, pero los camiones no pueden pasar y la culpa es de la Presidenta. No la acepto desde el vamos –se sinceró.

–¿Qué medida esperás que tome?

–Que renuncie ¿Alguien quiere que se quede? Ella quiere que terminemos como Venezuela, con guerrilla.

–¿Hay guerrilla en Venezuela?

–No sé, pero están todo el tiempo peleándose, los piqueteros contra las clases altas.

Hizo una pausa, temió haberse enredado y pidió: “No pongas mi apellido”. Cumplido.

No era una interpretación aislada. “Andate o Venezuela o Cuba”, invitaba un cartel. “Cristina: ¡exilio!”, otro. Una amiga intentó socorrerla: “Generan revueltas sociales en sus países. Se rodean de matones como D’Elía. No se la votó para eso”.

–¿A quién votaron?

–A Lavagna, lo único que había.

Los perfiles eran inconfundibles. Edad promedio: 18 a 25 años. Varones de boina y bombacha Cardon, camisa Polo, chomba Kevingston. Las chicas, lejos del estereotipo de flaca porteña, lucían rozagantes, rubias, con esa ostentación de vida sana típica de quien creció con leche espesa de vaca recién ordeñada, pan casero y abundantes chacinados. Los carteles no dejaban mentir: Lobos, San Antonio de Areco, La Pampa, Tres Arroyos.

“Cristina quiere que nos enfrentemos el pueblo contra el campo. No debe ser así”, explicó Guillermo Urruty, productor de Coronel Suárez que viajó sólo para manifestarse. Su reclamo fue de los más moderados: “No queremos retenciones móviles, queremos que las retrotraigan al treinta por ciento”. Su hija Paz, estudiante de Psicología de la UBA, agregó: “El desabastecimiento lo genera el Gobierno con las retenciones. Con los discursos confunde. Muchos pequeños productores ya se fundieron. La diferencia con la ciudad es que la gente de campo es consciente de que si se funde el campo, se funde el país”. De fondo, la muchachada cantaba: “Si este no es el pueblo ¿el pueblo dónde está?”. El pueblo miraba por TV.

“No nos enfrenten entre argentinos.” “Si sos democrática dejá de mandar matones y bancate que el pueblo no te apoye.” “Cristina: la nueva plaga del campo.” “No protesto con palos. Puedo hablar. Hablemos.” “Dejá de mentir. A los medianos y pequeños nos roban.” “Distribuí las miles de hectáreas que tenés en el sur.” “Patria = Campo.” Eso decían los carteles de los jóvenes que bajaron desde sus departamentos tras el discurso.

Un hombre en andas, canoso, chomba de rugbier, pidió silencio y gritó: “Lo único que hace es darle fuerza a los compañeros del interior. Nosotros también debemos darle coraje, autoconvocándonos todas las noches”, predicó. La masa lo ovacionó.

Fernando Baldivieso, futuro aviador civil, fue el foráneo de la manifestación. “Soy de Buenos Aires. La familia de mi novia tiene campo. Voté a Cristina pero no esperaba esta medida. Argentina es el único país que tiene estas retenciones. De cada cien pesos que producen apenas quince les quedan limpios. Los productores se están yendo a Uruguay”, anunció.

Un muchacho se subió a los hombros de su amigo e intentó arengar:

–¿Vamos al Obelisco?

–Nooooo –fue la respuesta unánime. Se bajó resignado

Página/12 divisó a un hombre mayor, morocho, curtido, creyó dar con un peón que naufragó en Barrio Norte, pero no, tampoco.

“Soy artista, autor y compositor, el caminante número uno del país. Juan Carlos Balvidal me llamo. Canto en San Telmo y Recoleta. Pero soy de Junín, mi familia vive allá y estoy angustiado. Todo lo que llega a la mesa es obra del campo. Me dolió el discurso. Mi familia trabaja, son pequeños productores.”

–¿Reclama que bajen las retenciones o algo más?

–Lo mejor que pueden hacer es irse.

–¿Quién le gustaría que gobernara?

–Juan Carlos Balvidal, el caminante argentino.

La plaza de las Trillizas

. miércoles, 26 de marzo de 2008
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La plaza de las Trillizas por Sandra Russo en Pagina 12

Hace rato que el campo seduce a la ciudad, tanto como la ciudad seduce al campo. “Yo estoy con el campo”, se leía ayer en las pancartas cuadraditas que exhibían jóvenes de look Cardon, una marca que, dicho sea de paso, tiene en Palermo su “torre rural”. Parece una bizarrada argentina, y acaso lo sea, pero en el sitio web de la marca que impuso la ropa de estancia entre jóvenes y adultos que de estancieros tienen poco, se indica que sus emprendimientos inmobiliarios se originaron en el deseo de que la gente del campo “se sienta en la ciudad como en su casa”.

Algunos barrios de esta ciudad, anoche, estuvieron con el campo, aunque no se sepa muy bien cuál es el lazo que se estrecha, más allá del espanto que los une, y que es el gobierno kirchnerista. Iba a pasar tarde o temprano, pero seguro iba a pasar ante alguna señal concreta de que había llegado la hora de redistribuir un poco, un poquito, algo de lo que tienen y nunca en la historia han cedido de buena fe o buena gana.

Las Trillizas de Oro lo supieron antes que muchos, y por eso hicieron buenos matrimonios: acabado hace rato su cuarto de hora, las chicas fueron noticia solamente porque las tres eligieron casarse con polistas. Hay un glamour polista que recoge cierta muchachada bilingüe, un toque de distinción en alpargatas, un manierismo de mate con la peonada, un aire de familia numerosa y divina que aunque argentina, es rubia y fina. La base social y cultural del nicho citadino que no tiene empacho en arrebatarles a los piqueteros sus piquetes y que desembarcó en las calles con entusiasmo de debutante, encanto del polista.

A propósito, el lunes 24 me equivoqué de marcha, y en lugar de ir a la de los organismos de derechos humanos aterricé en la de las agrupaciones de izquierda. Quien se atuviera a lo que allí se megafoneaba, jamás hubiese comprendido este país, que un día después, un solo día, ofreció en el mismo escenario el espectáculo del sector agropecuario forzando rebelión en la granja.

A pesar del arrebato con el que estas líneas están siendo escritas, hay al menos un par de cosas claras. Quien votó a Cristina Kirchner se presume que votó algo parecido a lo que pasa. Medidas que redistribuyan riqueza. ¿Por qué hasta ahora no se tomaron medidas como éstas? Porque medidas como éstas no son gratis. Porque la riqueza no se suelta. Porque no hay lógica ni ideología capaces de arrancarle a un sector privilegiado algo de lo que tiene. Porque a la redistribución de la riqueza hay que acompañarla y sostenerla y defenderla de la reacción que provoca. Porque para acompañar un proceso de redistribución de recursos y de asignación de torta hay que hablar claro, tener coraje y poner el cuerpo y la cabeza a favor de ese cambio. Porque es más fácil, desde un progresismo previsible, rancio y fofo, seguir boludeando con el bótox o las carteras de la Presidenta.

Hoy hay miles de personas en las calles con pancartitas que dicen “Yo estoy con el campo”, sin que eso signifique otra cosa que estar en contra de este gobierno y de las medidas que pueden rozarles las ganancias. Así ha sido siempre. Siempre han estado a favor de quien les done favores y en contra de quien se los recorte. No los mueve nada más que el bolsillo. No hay otra ideología que el bolsillo, aunque usen alpargatas y salgan de padrinos del hijo de un peón.